Saiakera
HONDARRIBIA 1524. Último testigo de la independencia de Navarra
Egilea José Luis Orella Unzué
Hizkuntza: castellano
Tamaina: 160x240
Páginas: 168
Encuadernacion: Tapa blanda
Enrique II y el ejército navarro durante la recuperación de Hondarribia en 1521 habían puesto la bandera navarra en su castillo.
Sin embargo la participación navarra en la toma de Hondarribia en 1521 no era sólo una consecuencia de los tratados de amistad de los dos reyes, Francisco I y Enrique II, sino que era el objetivo principal intermedio que el rey navarro pretendía recuperar Pamplona y la totalidad del reino de Navarra. Para los navarros que conquistaron Hondarribia la toma de esta villa no era sino un paso más en la recuperación del reino.
Con todo esto, la intención geopolítica española era otra. Aunque Hondarribia fue recuperada por los españoles, Carlos I de España estaba en disposición de seguir la conquista del resto del reino de Navarra en la merindad de la Baja Navarra y en los señoríos de los Albret. Para Carlos I la toma de Hondarribia era una repetición de la política urdida por Fernando el Católico y la conquista del duque de Alba de arrebatar la soberanía estatal a los navarros.
Pero la razón de la persistencia de Enrique II en conquistar el castillo de Amaiur, de mantener la ciudad de Hondarribia y de guardar con profundo celo la Baja Navarra era mantener la figura de la estatalidad del reino de Navarra en sus tierras y además reafirmar que sus señoríos de Ultrapuertos no sólo tenían su propia soberanía como los Albret sino que tenían un sentido profundo que sobrepasaba las artificiales fronteras pirenaicas por ser tierras de “Bascos”.
Hondarribia fue la última plaza interétnica que el reino de Navarra perdió al sur de los Pirineos. Desde su fundación por Sancho VI, Rey de Navarra, según el fuero de Donostia en 1180, hasta la conquista castellana de 1200, siempre había sido una villa con estrechas relaciones con la corte de Navarra y seguía siendo la salida marítima natural del reino de Navarra.
Enrique II rey de Navarra siguió organizándose en sus territorios de Baja Navarra y de sus señoríos, en concreto del Bearne y demás feudos hasta que expulsó definitivamente al ejército español en octubre de 1527 y hasta que diplomáticamente Carlos I renunció a la Baja Navarra en 1530.
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